El 10 de septiembre de este año ocurrió lo impensable: Las Vegas se apagó. Ese día, los jugadores de los casinos de los hoteles MGM y Caesars Palace se encontraron con máquinas tragamonedas y cajeros automáticos congelados; los ascensores y puertas giratorias dejaron de funcionar y algunas tarjetas de acceso a las habitaciones fueron desactivadas.